Antes de darle el sustrato correspondiente a este post, quiero dejar en claro que los personajes de este blog son todos reales. Algunos conocidos y otros no tanto. Así, quiero dejar en claro que Andrés “el salmón” Calamaro o Gustavo Cerati pueden ser mencionados y/o citados si mas que mencionar su nombre.
Las tres o cuatro últimas semanas se caracterizaron bastante por que mi sistema nervioso comenzaba a dejar partir miles de recuerdos, vivencias, anécdotas, sueños e ideas. De a poco, como en las películas, veía que pasaban en sueños frente a mis ojos miles de ideales y objetivos, los que, al despertar transpirado y agitado, ya no sentía como míos. Como en un PC, de a poco el disco duro fue dejando de lado esto, fue saliendo de mi conciencia en un proceso no carente de dolor, pena y desilusión.
El principal imputado de esto fue Dios (para los mas ateos, entiéndanlo como el destino). La
Asunción (con nombre y apellido, hoy casi en el día de su santo) es la mujer mas extraordinaria que conozco. Y yo tampoco me quedo atrás. Somos jóvenes con ideales comunes, formas de pensar parecidas, esforzados y por sobre todo, buenos. Tratamos por todos los medios de que nos resultara y ninguno dudó del esfuerzo del otro. Sufrimos con un mendigo en la calle y gozamos inventando nombres ridículos. Soñamos juntos y le consagramos las veces que pudimos nuestro pololeo a Dios. Nos regalamos cinco años enteros de nuestras vidas al otro, solo porque queríamos, porque queríamos vivir la vida juntos.
Fue él entonces quien nos lo quitó y nos hizo sufrir (porque no dudo que ella no lo haya pasado mal) tanto. Quise odiar tanto a Dios como nunca he querido odiar a nadie. Ni Salvador Allende (incompetente y ladrón, dicho sea de paso) me despertaba tanto repudio como Jesús en este último mes. ¿Quién podía ser tan cruel de regalar algo tan maravilloso y luego quitarlo? Los crímenes perfectos de “el salmón” eran una suerte de himno y crimen de Gustavo una herida que no lograba cerrar.
Me encantaba (y aun lo hago) intelectualizar lo que me pasaba. Entender desde la psicología los procesos que viví tanto yo como ella. El túnel entonces, se tornaba entreno, sin luces y me sentía a la deriva en un océano lleno de cosas mías, que mi vida estaba amorfa, que me faltaba una pierna. Quien quiera sentir ese dolor, por favor no dude en leer narcisistico.blogspot.com.
Ahí estuvieron siempre las otras dos patas de esta mesa que es mi vida: los amigos y la familia. Estoicos y recios, jamás me fallaron y no se si alguna vez podré estar a la altura cuando ellos me necesiten. Nunca fallaron y sus consejos fueron tan incisivos que me costó mucho dejar de oírlos.
El sábado recién pasado, hace dos días, se casó Felipe y la Andrea. Dos amigos desde hace los mismos 6 años que conocí a la Asu. Nos conocimos al mismo tiempo, nos pusimos a pololear juntos y el sábado ellos se casaron y la Asu y yo fuimos con otras parejas.
Entró de la mano (y perdónenme lo pendejo, pero aun no maduro tanto, pero tampoco dejo de tener razón en lo que digo) de un tipo vestido de militar. No pude dejar de reírme y comentar, en la misa, que había un tarado que pensó que esto era fiesta de disfraces. En la fiesta el Capt. Nemo, como lo bauticé en 3 segundos, no lo hizo tanto mejor: era de madera para bailar, se quedó casi todo el tiempo sentado en la mesa y finalmente se fue a eso de las 4… Y yo, ni tonto ni perezoso, le di donde mas le dolería (premeditadamente): no me senté un segundo, me lo bailé todo, animé bastante, filmé, pedí cancines, bailé con la novia y el novio y, una vez mas, los subí a la mesa en la mitad de la pista de baile.
La Asu estaba muy linda, hay que ser sincero para ambos lados. Diría que un poco mas flaca también. Con el pelo liso. Nos saludamos incómodos, torpemente en una aglomeración, acartonados y sin querer demostrar que nos queríamos decir de todo, pero que “el reglamento del aparentar” era mas fuerte. Nos habíamos mirado antes, cruzado miradas…
Perdónenme lo largo del post, pero amerita.
Sentí, cuando se fue y paso a mi lado sin despedirse, que realmente se iba. Que por fin comenzaba a irse. Que no volvería. Que no quería que volviera. Que su momento había pasado y que ahora lo suyo era el Capt. Nemo, o al menos no era yo. A pesar que nunca voy a dejar de querer vivir la vida con ella, de desearlo, comprendí que su momento ya pasó.
Lo anterior aplacó un poco mi furia contra Dios, mutó desde odio hacia un interés inagotable por aprender el mensaje que tenía que sacar de todo esto. No podía ser que algo de esta magnitud fuese solo un capricho, tenía que haber algo que sacar en limpio. Esa pata, aun sigue coja y cuando lo sepa, se los contaré.
Mi pareja del matrimonio fue la Xime Vial. En resumen, ella era la novia de mi gran amigo personal Tomás Vergara. Tommy se murió en un accidente de tránsito el 16 de Septiembre del año pasado. La Xime nunca había ido a un matrimonio desde entonces. Y para ninguno de los dos fue difícil hablar del tema. Su experiencia, infinitamente mas impactante que la mía, me ayudó mucho. “No hay que dejar que la vida se te pase por delante, pero tampoco puedes ir por la vida ordenando todo y esperando que todo sea como en tus planes. Las cosas pasan y hay que vivirlas.”
Como me hizo sentido. Ya estamos acá y somos parte de nuestra historia. Nos ponen eventos por delante que habemos de sortear. Cosas que tomamos y otras que dejamos pasar. Somos. En el fondo la Xime me dijo de forma clara y sin rodeos: “huevón, vive”. Me dijo claramente, deja de analizar y de quedarte pegado, ya pasó, ya está, ahora mira para adelante. De alguna manera necesité que la Xime (y no se porque cuando me lo dijo ella me causó tanto sentido) me diera permiso para seguir viviendo.
Y así fue.
Les postearé del “otro” matrimonio mas adelante, porque estuvo fuera de serie. Pero, para mi al menos, “este” matrimonio era mas importante.
