Adiós
No escribo para que leas. Escribo para recordar.
No recordarte, sino para aprender y no olvidar.
No leerás esto, ni te lo mereces. Aunque no es tu culpa, no te lo mereces.
No tienes derecho a despertarte hoy y no pensar en mi. No tienes derecho a, somnolienta, desenmarañarte de las sábanas que te acogen aun cálidas y pensar obnubilada en lo que tienes que hacer. Tratar de ver entre tu pelo rubio mientras sientes ese gusto amargo en la boca solo es producto de tus sueños. No tienes derecho a tomar desayuno riendo con la Feli mientras ella termina de hacer el almuerzo. No tienes derecho a ducharte por media hora pensando en lo que podrías hacer, a la vez que te hechas cinco productos diferentes en el pelo. Luego te vestirás lentamente, como todo, y probablemente seguirás viviendo en la fantasía de que la vorágine con la que vives es mayor que la de todos. Pues no. No. Mirarás el teléfono con miles de llamadas perdidas, las que soberbiamente desecharás. Pues bien. Ya son las 2 de la tarde y no has hecho nada.
No tienes derecho a sinceramente no sentir culpa por incorporarme al baúl de los recuerdos. Hoy no tienes derecho a pensar que no sentirás nada cuando te des cuenta de lo que te perdiste.
Te quito ese derecho. Te lo extirpo porque te lo di. Hoy Cote, una vez mas, te tiro de cabeza por última vez del pedestal donde te tenía para tener ese vértigo al verte caer. Y mas aún, antes de tocar el suelo, con ojos abiertos y respiración contenida, arrepentirme de haberte botado. Más, luego de destrozada por el suelo, me daré cuenta de nuevo de que eras una imagen vacía y egoísta. Vacía y egoísta. Y ya no existirás.
No tengo la culpa de sentir lo que siento; sentir lo que yo no voy a volver a sentir.
Me habías pedido cosas, pero nunca algo tan difícil. Te vas a equivocar, te vas a caer, te va a doler y luego vas a querer que te acoja. “Vas a tener que dejar que me equivoque” me dijiste, mientras sabía que lo tendría que hacer de nuevo. Y cuando abras los ojos, no por venganza sino por orgullo, encontrarás eco en ese vacío donde un día te contuve. Y entonces te preguntarás que fue lo que hiciste mal. Y recordarás, como en papiros desteñidos por la historia lo que te dije. Tu corazón latirá agitado por unos segundos mientras tu encéfalo te saturará de imágenes y luego, reirás. Reirás pensando en lo bien que lo pasamos, melancólicamente. Y quizá te preguntarás que hubiese pasado si hubieses sido menos cobarde.
Tratas siempre de desligarte de la culpa y pones afuera todo lo que te pasa. Te excusas de crecer y hacerte responsable de ti misma. Pero estás obligada. Podrás cursar la vida cabizbaja y tratando de no levantar mucho polvo para que nadie note como te equivocas, o podrás ser orgullosa y cojonuda para salir de esta. Porque todos pasamos por ahí y no serás la última.
Te quiero y lo sabes. Tienes miedo y lo sabes también, no te excuses mas. No te voy a dejar mas puertas abiertas, voy a seguir. Voy a crecer y seguir siendo lo que temes tu ser.
No tienes ni la capacidad ni la condición de dominar sobre mi vida. Ese hedonismo sin origen que te guía está haciendo crisis y no encuentras horizontes ni norte. ¿Quien eres tu entonces para decirme que hacer y que no? ¿Quién eres tu? Esa persona de la que me enamoré y por la que aposté mi vida murió frente a mis ojos en esta oficina, ya no habita en tu cuerpo ni da vuelta la cabeza cuando dicen Cote.
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