La memoria y la esperanza
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Pero creo que no. Patentemente, hoy y este fin de semana siento que lo último que se ha de perder, si es que se pierde, son los recuerdos, las imágenes, los olores que evocan momentos.
La Sunta se casa este sábado y hablar de esperanza hace años que esta añejo. Supe ya hace mucho tiempo que no era para mi estar con ella, ni para ella conmigo. Ojalá que le vaya muy bien en esta nueva etapa de su vida y que sea muy feliz con Hugo; que logren una familia como ellos la soñaron.
Sin embargo (para abolir el desagradable “pero”), me lleno de memorias al recordarla. No es esperanza de volver a estar con ella, por que sería una estupidez que no voy a argumentar. Pero si cierta nostalgia de lo bien que lo pasamos. Cada vez que paso por Horcón y veo el restaurant el ancla me acuerdo hasta del olor de la paila marina; cada vez que voy a Algarrobo me acuerdo de los fríos paseos caminando por la “rambla”. Son infinitas imágenes que desarchivo cuando la pienso. Y no esta ni bien ni mal. Supongo que es súper normal y quizá elegí quedarme solo con la mejor parte, lo que me pone feliz.
La compulsión a la repetición en Freud me es muy latente hoy al darme cuenta como los patrones se repiten. Este vez sin quererlo me toca estar del otro la cancha. Pero sin embargo, nuevamente elijo quedarme con lo bueno. De a poco los embates de las olas van desfigurando el castillo de arena que habíamos armado y tristemente me doy cuenta de que quizá lo mejor es dejar que así sea y no intervenir en lo ineludible.
Siento una pena negra. Fria. Como cuando caminaba por la playa en Julio. Con una garuga densa, espesa que se condensa en la cara. Los dedos gélidos dentro de los bolsillos de a poco se inmovilizan. Cruje la arena bajo los pies, esa galleta de arena que rompo a cada paso.
Y si bien si tengo esperanza ahora, es ella la que mas desagarro produce. Siento a veces como se raja sonoramente, como se divide al ir yo para un lado y la esperanza torpe y romántica quedarse heroica esperando.
Más me encanta en este momento recordar lo lindo, lo que vale la pena, no sin tristeza. Recordar a Neruda (“es tan corto el amor y tan largo el olvido”) pero con los colores y olores de las risas torpes, cómplices; con las lágrimas de emoción o con el gusto de comer juntos. Con los ojitos de ilusión de la primera vez que salimos, mirando hacia arriba en tu gesto patentado; en tus dedos rascándose o enrollando tu pelo al estar nerviosamente concentrada; tus bailes; tu.
Como alguna vez me dijo un amigo: “ese dolor que sientes ahora es el tributo al amor que viviste con ella”
Memoria y esperanza a veces se complementan, pero son los recuerdos los que perduran mas allá de la esperanza.
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