Abriendo la válvula
Desde diciembre del año pasado que venía haciendo un esfuerzo titánico por sujetar el mundo. Vivía bajo la ilusión de estar peleando por lo que mas quería, cuando de verdad no estaba mas que aguantando a ver si las cosas decantaban en mi favor.
Pues bien, este 2008 no ha empezado de la mejor manera y se ha encargado de remecerme los cimientos de tal forma que ha botado buena parte de las hojas y mugre que había sobre el tejado, obligándome a limpiar el polvo y la mugre con la que acarreaba hace rato.
No fue fácil tener que lidiar con la enfermedad de mi papá, ex bastión familiar, y tener que tomar una serie de decisiones fáciles que implicaban mas que nada ser grande y empezar a tomar el timón. La dinámica familiar cambió definitivamente por lo que la adaptación se ha hecho compleja en mi casa, en medio de estas aguas turbulentas. Sus casi dos semanas en la clínica fueron larguísimas entre la falta de diagnóstico y el repetir el cuento mil veces a quienes lo visitaban.
Aún mas, cuando necesité el apoyo de quien mas quería, me dio el lado: no la espalda ni el frente, sino, democratacristianamente, el lado. Cuando necesité hacer un pequeño retiro de todo el cariño y apoyo que había depositado, bien chilenamente, ella me tramitó con burocracias y llamados telefónicos que no cumplían a cabalidad. Mas colaboró con la amargura y la desconfianza que con el apoyo. Debí haber sospechado en ese minuto…
Ya saliendo de esa primera, entramos en el funeral del Nico. En el primer fin de semana de verano que pude salir de Stgo., al volver, me topé con mi mamá en la puerta, un domingo a las 11 de la noche, pálida. Lo primero que pensé fue en una recaída de mi viejo. Pero no, un tío había sido atropellado por un primo en una lancha, resultado este accidente en la muerte del primero. Tenía menos de 40 años y 4 hijos. El funeral fue impresionante. Cuando llegué sentí felicidad por toda la gente que lo quiso y una cierta envidia. Me pregunté si para mi funeral iría al menos la mitad de esa gente.
Mi mamá como es muy querida abrazaba y abrazaba gente y yo la seguía detrás. Hube de recogerla con pala después de todo eso, pues estaba agotada en su pena. Sin embargo, lo peor estaba por venir.
Después de estos dos meses de dolor y amargura, de remar contra la corrientey aperrar en los rápidos de grandes olas, esperaba aguas mas calmas para recuperar las energías y seguir remando. Lo que menos me esperaba era este iceberg.
Tenía dos semanas de vacaciones y solo tuve una. Porque al empezar la segunda supe de Petey. Supe de él mientras leía el correo que me habías mandado diciéndome todo lo que me echabas de menos. Te imaginas?
Me da tanta pena que no puedo ni seguir escribiendo. Me duele tanto que no se como presentar ese desagarro. Nunca se me va a olvidar cuando me dijiste en tu cama: “prefiero que me pegues a que me mientas”. Claro, asumí que corría para los dos lados. Nunca se me va a olvidar lo que pasó el día antes que te fueras ni lo que me dijiste. Y todavía no logro dejar de sentir ese asco por lo que me hiciste.
Tu defensa fue tan patética como mala: “técnicamente no constituye postura de gorro”. ¿Técnicamente? ¿la dura? Me crucificaste cuando yo te dije la verdad del tema de la Izu. Y me sentí mal, pésimo. Sentí que no tenía perdón de Dios y te lo dije sin que sospecharas. Te lo dije por apego a la verdad.
Viniste a mi oficina y me montaste un show de lágrimas de verdad. Fue la última vez que me dijiste la verdad. Lloraste como una magdalena y luego no sentiste nada. Por último me debiste haber dado las gracias.
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